Desde Transporterra nos sumamos a la iniciativa “Despantalla’m” del grupo “som connexió” para una crianza consciente en este nuevo siglo de las luces.
El objetivo de dicha iniciativa es que los padres tomen conciencia de la importancia de estar presentes y disponibles en la vida de sus retoños para que estos se desarrollen sin carencias afectivas.
Desde la aparición del primer televisor en 1925, las pantallas se han ido haciendo cada vez más presentes y comunes hasta, de alguna manera, representar una bocanada de aire para los padres pudiendo estos dejar a sus hijos hipnotizados por una cierta cantidad de tiempo antes el televisor, tablet o smartphone. ¿Cuántos podemos decir que no hemos sido sometidos a esa obnubilación? Somos hijos de la tecnología y, sin querer demonizarla en absoluto sino todo lo contrario, le debemos los mayores avances en cuanto a sapiencia se refiere. No obstante, como todo en esta vida, entre el uso y el abuso está el fino límite que no ha de traspasarse.
Ya en 1985, Neil Postman, director del Departamento de Cultura y Comunicación de la Universidad de Nueva York, advirtió que la televisión empujaba a la sociedad de manera colectiva hacia la estupidez y creaba un futuro desleído en el que el marco legal de la sociedad sería incognoscible porque sus habitantes vivirían sumisos y aletargados.
Entre 2013 y 2017 Investigadores de la Universidad de Sentai, en Japón, llevaron a cabo un estudio cuantitativo y por lo tanto que fuera estadísticamente significativo sobre las consecuencias del uso de las pantallas. Para ello, reunieron a 7097 madres todavía gestantes de 50 clínicas diferentes e hicieron un seguimiento de los niños hasta que tuvieron 5 años de edad siendo el tiempo de visionado de las pantallas (televisor, tablets y smartphones) al cabo de un año de vida la variable principal del estudio.
A quien interesen las conclusiones del estudio podrá encontrar los resultados en este enlace de la revista jama pediatrics.
La conclusión más significativa es que estar expuestos a las pantallas conduce a un retraso en las habilidades comunicativas de los infantes. Cuanto mayor es la exposición, mayor es el riesgo de desarrollar retraso.
Por otra parte, no solo tratan de advertirnos sobre los riesgos de exposición de los niños a los dispositivos electrónicos, sino que el uso de dichos dispositivos por los padres los hace estar menos presentes para su familia en general y para ellos mismos también. Cuando nos sumergimos en la pantalla, dejamos de estar en el aquí y el ahora para viajar a un lugar inmaterial y dejamos de prestar atención al que tenemos enfrente e incluso nos dejamos de lado a nosotros mismos. La ausencia mental o emocional en presencia física así bien sea por pocos minutos se hace obvia porque existe una desconexión visual, emocional del otro.
Cuando los padres se ausentan, se vuelven emocionalmente indisponibles y los niños lo notan puesto que su centro de atención está en el vínculo entre él y su progenitor del que depende su supervivencia. Se trata de un mecanismo instintivo para asegurar la propia subsistencia hasta llegar a ser independientes. Si el padre o la madre se ausentan crean en el niño un miedo, el miedo a la muerte, todo ello se desarrolla de manera inconsciente, pero queda anclado en el cuerpo como un microtrauma que aparecerá a lo largo de la vida de forma más o menos recurrente, en función de la exposición al trauma que se haya tenido.
Volviendo al inicio de este artículo, nos sumamos a la iniciativa de “Som connexió” para una crianza sin pantallas y, de paso, una toma de conciencia sobre el uso de las mismas por los adultos y cómo esta ausencia repercute en los vínculos afectivos con los seres queridos, empezando por la desconexión que tenemos de nosotros mismos.
Repartiremos la guía de la crianza responsable en nuestros pedidos hasta agotar existencias.